Un día a mediados del siglo XX, un perspicaz fotógrafo (Hugo Cifuentes) captó que doce curacas (Corazas) se congregaron, cobijados por otros tantos paraguas, precedidos por sus ayos, capitanes y pendoneros orientando las fiestas relacionadas con la agricultura tradicional de la sierra ecuatoriana. Quizás nadie hasta ahora ha reflexionado sobre la trascendencia de esta imagen, el por qué de los doce Corazas.
Los nativos precolombinos de los Andes en América tuvieron al paisaje como referente desplegándose ante sus ojos. A las montañas de su entorno percibieron como un medio, un puente hacia lo más alto. Los ríos y los lagos fueron un camino y un Tambo entre Arriba y Abajo. El agua humedecía e infiltraba la tierra y con el calor del Sol (Inti) permitía a las cosechas fructificar y madurar al contar de las Lunas (Quilla).
En un punto austral del firmamento, avistaron un conjunto de estrellas (la Cruz del Sur). Entre esos hombres y mujeres hubo personas sabias, que percibieron la armonía, la sucesión, la complementariedad de los ecosistemas de su medio. El Cóndor que sobrevuela los cielos, dominando los fuertes vientos de las cumbres, fue su mensajero con los seres de lo más Alto. En la tierra fue el Puma su conductor, por su fuerza, astucia y rapidez. La reptante y sigilosa Serpiente fue el medio con los seres de Abajo. Y así trazaron una línea horizontal para mediar entre los seres de lo más Alto y de lo más Bajo, y, otra vertical implicando los movimientos de Arriba a Abajo y de Fuera a Adentro, entre los seres espirituales y humanos o terrestres.
En los extremos de la línea de horizonte situaron las nociones de equinoccios (invierno y verano), cuando los días son más largos. Y sobre la línea vertical vislumbraron a los solsticios (primavera, verano), cuando el día y la noche comparten igual duración. Cual si fuesen los cuatro lados de una casa (Huasi), concibieron las estaciones del año (primavera, verano, otoño, invierno), trazaron diagonales y relacionaron los elementos
Aire y Fuego, Tierra y Agua. Y a la diagonal que unía las esquinas de la casa de derecha a izquierda, de este a oeste, desde lo más Bajo hacia lo más Alto, denominaron Qhapac Ñam (Gran Camino), concepto con el cual alinearon sus pueblos, diseñaron sus ciudades.
Conocedores de la Geometría, aunque no conocieron a Euclides, entre el Qhapac Ñam y la vertical de los solsticios trazaron una bisectriz y llamaron a esta línea la de la Verdad o la Vida. Y aunque tampoco conocieron a Eratóstenes, los sabios se aproximaron con bastante exactitud al ángulo que el planeta Tierra forma con el plano de la eclíptica.
Gradualmente conformaron una cruz cuadrada con doce puntas y definieron un calendario sometido al juego de la siembra y la cosecha de los vitales cultivos. Y establecieron fechas para adorar al Sol (21 de junio), a la Pachamama (1 de agosto), para rendir culto a los difuntos (2 de noviembre), celebrar el retorno de Inti (22 de diciembre), bendecir los nuevos cultivos (2 de febrero), festejar su madurez (23 de marzo), reflexionar en el sentido de la Chacana (3 de mayo): una espiral incesante entre el tiempo y el espacio, entre la materia y la energía, entre el día y la noche, entre lo masculino y lo femenino, entre el antes, el ahora y el mañana. Y quizás fue entonces que trazaron un círculo.
Ocho eran las fechas del calendario solar, pero doce también las esquinas con que los sabios la Chacana esbozaron y a cuyo filosofía se superpusieron los símbolos de los conquistadores. Y doce, ¿casualmente?, el número de los Corazas que en esa fecha impregnaron la placa fotográfica del artista, reeditando las celebraciones de las gentes de Antes regocijándose en el "Gran Camino" ¡al ritmo de siembra y cosecha, al golpe de tambores y silbidos y ulular de rondadores y pingullos!
El Grupo Los Corazas ha desarrollado una labor de recopilación y difusión cultural, musical y artística en el Ecuador y el mundo. Su actividad ha sido pionera y poco valorada, cobijando con este paraguas simbólico, la Chacana, a músicos ilustres, académicos y naturales, que han terciado en escenarios ecuatorianos e internacionales transmitiendo la vivencia de la música nativa, así como también los acordes de la música mestiza. Esta la esencia, naturaleza y significado que al Grupo Los Corazas le es inherente: “los sones de la gente de Antes en tiempos de la gente de Ahora, como un legado para la gente de Mañana”.
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